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Mostrando entradas de abril, 2019
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La siento rondar. La siento cerca. En el escalofrío que me recorre por la espalda, en el nudo en la garganta, en la pesadez del estómago. Cuento cada una de sus respiraciones, en un inútil intento de guardar la última. Que no se escape. No mientras estoy yo. Y siento el arrastrar de cadenas, el roce de la túnica larga y oscura como el destino que le espera a él. A los dos nos cuesta respirar, pero él duerme y yo soy incapaz de pestañear. Le cuido las manos, lo cubro del frío, controlo el oxígeno y no sé qué más hacer. Cierro la puerta, bajo las persianas, apago la luz, para que no entre, para que no lo encuentre todavía. No quiero ser yo. Ya la he visto demasiadas veces. No puedo ser yo. Porque le temo más que a nada… y es que parece tan hermosa que me muerdo los labios para no pedirle que me lleve a mí también.

UNA OBRA MAESTRA

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Lo vi todo desde arriba y adentro. Desde una inevitable primera fila fui testigo de la muerte de una estrella. Del momento exacto en el que su luz se apagó para siempre, arrastrándome a mí en su trayectoria fatal, sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Él era mi mejor y más querido estudiante. Llevaba diez años siendo su profesora, su mentora y amiga. Todo lo que aprendió, fue gracias a mí. A mi apoyo incondicional y a la profundidad de mis conocimientos. Podía imaginarme su futuro en la cima. Brillando con luz propia, iluminándome a mí con su sonrisa agradecida, con sus reconfortantes abrazos. Esa chica… esa chica fue solo una distracción malsana, un obstáculo en su camino hacia la grandeza. Y las piedras en el camino se patean para poder avanzar. Apareció una tarde, llena de sonrisas, con su metro y medio de altura y rostro de hada de los bosques a querer inscribirse en mi curso de arte. Sin una gota de talento, simplemente las ganas de aprender a pintar. Era a

ABRASADOS

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Me dedicaba sus sonrisas veladas a través del escritorio, sabiendo que las mías eran solo para él. Llevábamos seis meses trabajando en la misma oficina. Y desde el primer día la atracción fue mutua e irresistible. Me llevaba una vida de ventaja: veinte años, una esposa y varios hijos más o menos de mi edad. Más prohibido e incorrecto no podía ser, y sin embargo me levantaba cada mañana y me arreglaba solo para él. Para parecerle hermosa. Para seducirle. Lo entretenía mi juventud y lo incitaba mi carácter desprejuiciado. Las charlas de doble sentido y los mensajes subidos de tono por celular que comenzaron con un simple favor de índole laboral. Yo también tenía pareja. Y estaba enamorada de él. Pero con el Arquitecto era diferente. Era una fascinación que nunca sentí antes. Completamente física, visceral. Una necesidad del cuerpo. Una sed violenta que solo podía ser saciada por él. Quería probarlo. Necesitaba hacerlo mío. Era su mirada sabia, el verde inten

APARIENCIAS

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La madrugada nos reunía de lunes a viernes en la vereda de la escuela: Un conjunto de madres que apenas nos habíamos lavado la cara para acercar a los chicos, las más osadas incluso ostentaban sus pijamas bajo las camperas. Las infaltables ojeras y el rodete mal hecho combinaban con el mutismo mañanero y las caras largas de sueño. Nos saludábamos apenas musitando un hola ronco y en voz baja. E indefectiblemente cada mañana aparecía ella : impecable, peinada, maquillada, fresca, divina. Con una sonrisa de dientes blanquísimos en el rostro terso, vestida como para una noche de teatro y con tacones imposibles. Ama de casa como la mayoría de nosotras, manifestaba una alegría de vivir a esas horas impías que resultaba molesta y hasta sospechosa. Pocas hablaban con ella, acercarse significaba quedar envuelta en perfumes florales y una conversación frívola e interminable. Secretaria de las docentes, encargada de la cooperadora, administradora de los grupos de Whatsapp, co